Se ha vuelto un lugar común pensar en Garcilaso como el “primer mestizo cultural” de nuestro país. Esta mirada surgió con la generación del 900, liderada por José de la Riva Agüero. El rescate de Garcilaso como una figura que integraba lo español y lo indígena, borraba las tensiones y conflictos que esta nominación (“mestizo”) implicaba para quienes la recibían en los primeros años de la conquista española. Borró también el carácter subversivo de su obra Comentarios Reales, que fuera censurada por la corona española después de la sublevación de Túpac Amaru II. Como todo lugar común, enquista al personaje en un lugar lejano, petrificado, al que pocas autoridades y ciudadanos conceden mayor interés. Su figura evoca la quietud de un parnaso distante. De esta manera, el siglo XX recibió un Garcilaso amansado. Sin embargo, poco o nada se habla algo de evidente en la biografía de Garcilaso y que nos permite pensarlo desde una perspectiva más viva y más cercana a lo contemporáneo (y, por qué no decirlo, a lo peruano): su condición migrante.
Garcilaso, en ese entonces con el nombre Gómez Suárez de Figueroa, abandona el Perú y viaja a España para reclamar a la corona una renta por los servicios militares de su padre. Cuando lo usual en ese momento era hacer el viaje hacia las Indias, él hace el viaje en sentido inverso. Tenía apenas 21 años.
Después de varios años de conflictos y reclamos a la Corona, no logra lo que esperaba, pero se decide a usar el nombre Garcilaso de la Vega, al que añadiría orgullosamente el apelativo “El Inca”. Los años pasan y se va quedando en España, dedicándose a las armas y las letras. Su vida migrante se divide entre los negocios, el estudio y la escritura. Se instala en Córdoba y comienza sus publicaciones con la traducción de libro Diálogos de Amor de León Hebreo. No se trata de cualquier libro, sino de uno de los pilares del pensamiento renacentista, que influiría tanto en Cervantes como en Shakespeare. ¿Cuánto habría pesado su condición extranjera en la decisión de traducir este libro? ¿Estrategias del migrante para integrarse? No deja de ser simbólico que su primer libro publicado sea, precisamente, una traducción, ese ejercicio creador que construye puentes entre lenguas y culturas.
Años después, en sus Comentarios Reales, nuestro Garcilaso migrante recupera sus memorias de los relatos oídos en la infancia, de esa genealogía incaica que corría por sus arterias mientras andaba por los campos cordobeses. Pienso en esos momentos en que todo migrante -parafraseando un poema de Ijeoma Umebinyuo- se siente demasiado extranjero para su lugar de origen y demasiado extranjero para el lugar donde ahora vive. Siempre atravesado por el mestizaje, que le pesaría tanto en el Perú como le pesaba en España: ser siempre ese otro, no ser totalmente parte de, no ser como ellos aunque vivía entre ellos. Me pregunto si acaso la publicación de los Comentarios (y de toda su obra) no fue para Garcilaso su propio puente hacia aquel país al que ya nunca más volvería. Un puente personal, más amablemente habitable que el mestizaje, construido entre la migración y la escritura.
Claudia Salazar Jiménez. New York, 23 de Abril, 2016.